Qué es el agua hidrogenada

¿Cuál es el alimento más importante en nuestra vida?

¡El agua! ¿Y cuál es el remedio más importante que existe? ¡Por supuesto, también es el agua! Esto se comienza a entender cuando nos damos cuenta de que cada molécula de agua de nuestro cuerpo es reemplazada por una nueva cada 2 semanas.


Cuánto más pequeña es una molécula de agua, más superficie tiene a su disposición y mejor puede fluir a través de las células vivas, hidrogenarlas y organizarse en diseños más delicados con el fin de almacenar y transportar información y estructuras particularmente finas. Como ya es conocido por todos, les recuerdo que una molécula de agua está formada por dos gases incoloros, el oxígeno y el hidrógeno, que juntos forman la conocida molécula H2O. El átomo de hidrógeno es el más pequeño de todos los átomos que se pueden estudiar. Es tan pequeño que puede atravesar todo tipo de materia.

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En su forma pura, el hidrógeno es un gas que no puede existir en la tierra por sí mismo. Es extremadamente ligero y es el único elemento capaz de escapar a la gravedad de la tierra. El átomo de hidrógeno está formado por un protón y un único electrón. Los electrones son un factor decisivo para la comunicación celular y también un factor para la “vida”. Debido a su particularidad, existen circunstancias en las que el hidrógeno puede estar cargado con un segundo electrón adicional mediante un enlace débil. En esta forma, como hidrógeno activo, esta nueva molécula de hidrógeno tiene una cualidad muy especial: puede entregar este segundo electrón negativo a otras moléculas que lo necesitan y, por así decirlo, completarlas e hidrogenarlas para que no se conviertan en radicales libres.

El hidrógeno fue descubierto por primera vez en el año 1766 por el químico y físico inglés Henry Cavendish. Luego el ganador del Premio Nobel y descubridor de la vitamina C Albert Szent-Gyorgyi detectó  en el siglo XX esta forma alterada del hidrógeno ‘activo’ y le concedió un papel importante en la bioquímica viva del ser humano. Es el combustible por excelencia, el mensajero químico más importante de cualquier célula viva. Las dos partes de hidrógeno junto con la parte de oxígeno forman una energía cósmica etérica. La unión de estos dos gases genera un proceso de combustión que produce energía y cuyo residuo o componente visible es la molécula de agua, es decir, el agua en su forma más pura. Aunque el hidrógeno es imprescindible para la vida, se trata de un gas ligero y poco tangible.

Ninguna otra sustancia atraerá en los próximos años tanto la atención en el sector de la salud como el hidrógeno activo molecular.

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Albert Szent Gyorgyi expone en su libro “The living state” (El estado vital): “Enlazar el hidrógeno con una molécula significa darle energía. El electrón adicional es cedido a los radicales libres haciéndolos inofensivos”. Al agua viva, p. ej., la llamaba ‘la madre y la matriz de toda vida’. “El agua de buena calidad es una parte tan importante de nuestra vida que tendemos a ignorar y a buscar la bola mágica, la hierba secreta o aquel nutriente que mejore nuestra salud, fortaleza y longevidad en otro lugar”.

Los seres humanos ya nacemos con una cierta cantidad de hidrógeno negativo almacenado. Esto ya nos muestra la importancia que tiene para nuestro organismo. En cambio, las vitaminas y los aminoácidos solo los podemos almacenar durante un corto espacio de tiempo. El órgano de nuestro cuerpo que puede almacenar la mayor cantidad de hidrógeno es el hígado, no es coincidencia que este sea el órgano de desintoxicación más importante. Sin embargo, nuestro almacén de hidrógeno se va agotando a lo largo de nuestra vida.  Todos los síntomas de la vejez vienen acompañados de una manera u otra de una lenta deshidratación de nuestros tejidos vivos, así como de daños oxidativos debido a los radicales libres. Sin importar la cantidad de agua que ingerimos, no parecemos poder reducir la sed de líquido de nuestros tejidos vivos. Ya que, la hidratación de los tejidos consiste en mucho más que simplemente ingerir agua normal. Se trata de estructuras, vibraciones, de clústeres de agua lo más pequeños posibles y se trata, también, de la parte de hidrógeno, hidratante, volátil, altamente energética y de clústeres pequeños. El agua que nos hidrata se diferencia tanto del agua utilizada actualmente como la leche difiere de la cerveza. El conocimiento debe ayudarnos a ralentizar la deshidratación y a limitar el daño tisular consiguiente que acompaña al proceso de envejecimiento.

El hidrógeno activo naturalmente está presente en grandes cantidades en la fruta y verdura fresca. No obstante, en cuanto transportamos nuestros alimentos a grandes distancias, los almacenamos, secamos, hervimos o freímos, etc. el hidrógeno activo se pierde. El contacto con el metal como, por ejemplo, un cuchillo o el caldero de cocina, ya provoca la pérdida del hidrógeno. Desde el mismo momento en el que una fruta es recogida del árbol, su contenido de hidrógeno comienza a menguar. Aquellas células que ya no contienen hidrógeno activo se convierten en células cancerosas.

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Como ya se ha mencionado, la diferencia entre el hidrógeno activo y el hidrógeno normal es el electrón negativo adicional que reacciona rápidamente con otras sustancias a las que les falta un electrón. Debido a este electrón adicional, el hidrógeno activo adquiere carga negativa, por lo que puede reaccionar fácilmente con cualquier molécula cargada positivamente. La mayoría de los radicales libres están cargados positivamente y necesitan ser neutralizados mediante un electrón negativo. El hidrógeno activo es el único antioxidante que puede ceder un electrón y, de esta manera, desactivar un radical agresivo sin convertirse él mismo en un radical libre. La reacción en cadena puede detenerse inmediatamente en cualquier punto sin que se produzcan procesos perjudiciales. El producto final de la reacción del hidrógeno activo no es otra molécula agresiva dañada, sino solamente AGUA.

La investigación

La elaboración de agua de hidrógeno en realidad ya se conoce desde hace 170 años gracias al inventor alemán y farmacéutico Johann Wilhelm Ritter. Él fue quien descubrió la técnica de la electrólisis. Sin embargo, durante más de cien años la ciencia únicamente estudiaba los gases que se liberaban mediante la aplicación de esta técnica; es decir, el hidrógeno y el oxígeno. Por aquel entonces, a nadie se le ocurrió la idea de mejorar la calidad del agua. En los años cincuenta del siglo pasado, el farmacéutico Alfons Natterer fue el primero en registrar una patente con sus aparatos de electrólisis para la elaboración de «agua mineral artificial» como agua curativa. Lo que desencadenaba el efecto medicinal, es decir, el hidrógeno activo, en ese momento solo era una conjetura y la investigación de unos pocos investigadores privados como el propio Natterer.

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El Dr. Patrick Flanagan, investigador privado americano y descubridor de los coloides de hidrógeno mineral, estaba convencido de que la longevidad del pueblo de Hunza en el Himalaya solo podía estar relacionada con la calidad especial del agua y del hidrógeno. Dado que el hidrógeno por sí mismo era demasiado volátil, se concentró en los minerales que retenían el hidrógeno en el agua. A su vez, los japoneses centraban sus investigaciones en la elevada alcalinidad y veían en esta el efecto curativo. A partir de 1962, se dieron a conocer los primeros ionizadores de agua de Japón y más tarde de Corea, donde hoy en día se produce la mayor parte de los aparatos ionizadores de agua de todo el mundo.

La comunidad científica buscó durante mucho tiempo sin éxito la explicación de los efectos beneficiosos de diferentes aguas de manantial tales como Lourdes, Tlacote, Nordenau, Misasa o Nadana. Ni el contenido mineral, ni la elevada alcalinidad, ni los microorganismos o incluso la relativamente débil ionización del agua de manantial natural examinada pudieron ser relacionados con los conocidos resultados terapéuticos.


Solo el Dr. Sanetaka Shirahata de la universidad de Kyushu en Japón pudo confirmar en el marco de sus años de investigación científica sobre los efectos en la salud de las aguas de conocidas fuentes de agua mineral, que es precisamente el contenido del extremadamente volátil hidrógeno activo al que se deben los inusuales efectos curativos de estas fuentes de agua. Se trata de hidrógeno atómico o molecular con un exceso de electrones que pueden ser donados a los llamados radicales libres. A pesar de la intensa investigación sobre este fenómeno, este efecto, es decir, la abundancia de hidrógeno en el agua, solo ha sido reconocido por la comunidad científica y dado a conocer al público en general hace apenas unos diez años. Por lo tanto, no solo depende de la tasa de saturación de bases del agua. El punto principal se centra claramente en la abundancia de exceso de electrones de hidrógeno activo en el agua.

Debido a las influencias ambientales necesitamos más hidrógeno activo que nunca. Al mismo tiempo, cada vez le suministramos menos cantidad a nuestro cuerpo, un desequilibrio que puede tener graves consecuencias.

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Gracias al hidrógeno activo mejora la comunicación entre las células, ya que es responsable del transporte de electrones. Además, el hidrógeno negativo también es un portador de energía. Aunque, en el curso de las investigaciones del agua en dichos manantiales siempre se habían tenido en cuenta el especialmente alto contenido de minerales y la gran cantidad de hidrógeno, estas formas concentradas de hidrógeno activo como portador habían sido infravaloradas en la investigación mundial en las universidades que durante mucho tiempo se centró más en el contenido alcalino de los minerales específicos de estos manantiales. Posiblemente, este también sea el motivo por el cual algunos ionizadores de agua incrementan el contenido de hidrógeno activo, mientras que otros no lo hacen.

En cualquier caso, en los aparatos ionizadores comunes existen pocas evidencias sobre la producción y volatilidad de hidrógeno activo molecular, dado que este conocimiento, como ya se ha mencionado, solo se conoce desde hace unos pocos años. Las investigaciones realizadas en el año 2008 por el japonés Shigeo Ohta demuestran claramente que el contenido de gas de hidrógeno es el responsable del efecto antioxidante del agua alcalina y no el potencial redox negativo.
Aunque los ionizadores de agua tradicionales en parte son capaces de producir agua rica en hidrógeno, los aparatos de nueva generación están diseñados de manera que la atención se centra específicamente en la producción de hidrógeno activo molecular.

Hidrógeno molecular libremente disponible y sus implicaciones para la salud


La acidificación es la respuesta de nuestro cuerpo a la falta de hidrógeno líquido. El hidrógeno activo cargado negativamente adquiere una posición especial entre los antioxidantes. Es la única molécula conocida que puede ceder un electrón sin convertirse ella misma en un radical libre durante el proceso. El hidrógeno cargado negativamente dispone de un electrón adicional. Esto significa que, cuando entrega el electrón, consume oxígeno y en lugar de un radical libre simplemente se forma agua.  La ventaja del hidrógeno cargado negativamente, es decir, reaccionar fácilmente y donar un electrón, es también su gran desventaja: la molécula es inestable, dado que cede rápidamente su electrón excedente al verse expuesto a la luz del sol o, tal y como se ha mencionado con anterioridad, al entrar en contacto con metal, perdiendo de este modo su efecto antioxidante. No importa si se trata de capsulas estabilizadas o de un agua hidrogenada recién preparada, el único elemento que posee esta excelente capacidad es el hidrógeno activo molecular y volátil cargado negativamente.

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El hidrógeno activo cargado negativamente neutraliza los radicales libres antes de que puedan entrar en contacto con otras moléculas. Se estima que cada una de nuestras 70 billones de células son atacadas varias veces al día por los radicales libres. Dado que el hidrógeno activo puede atravesar sin dificultad la membrana celular, no solo crea una especie de pared protectora alrededor de las células individuales, sino también en el interior de las mismas alrededor de su núcleo. Además de este efecto, también tiene otras propiedades positivas. Equilibra la relación ácido-base del cuerpo, por lo que evita la propagación de virus, bacterias y hongos. Las bacterias necesitan un entorno biológico específico para poder multiplicarse y desarrollar sus efectos negativos. Este entorno es determinado por el agua potable. Si ingerimos agua estructurada y rica en hidrógeno, las bacterias no tendrán ninguna posibilidad.

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Un agua con un bajo valor rH2 tiene un fuerte efecto antioxidante, neutraliza los radicales libres y, por consiguiente, puede prevenir el desarrollo de muchas enfermedades incluyendo el cáncer. Un agua H2 recién preparada con una alta proporción de hidrógeno activo molecular refuerza su vitalidad y su sistema inmunológico. Su cuerpo se desintoxica e importantes nutrientes adicionales son suministrados a las células de forma inmediata y directa.

El hidrógeno activo molecular cargado negativamente mejora el suministro de nutrientes, la desintoxicación y aumenta significativamente el potencial de energía. Además, garantiza un aumento de la hidratación intra y extracelular. El estado de hidratación de las células está directamente relacionado con el proceso de envejecimiento. Y, lo que es muy importante, el hidrógeno activo negativo aumenta la comunicación entre las células. Muchas aplicaciones ya han dado lugar a interesantes experiencias. El hidrógeno molecular ya es considerado el antioxidante más potente que, además, no tiene ningún efecto secundario.

El hidrógeno activo se puede medir

El poder antioxidante de una molécula se puede medir, no obstante, se debe tener en cuenta que todos los instrumentos de medición para el hidrógeno pierden la exactitud de medición en un tiempo más o menos corto debido a la alta proporción de hidrógeno, dado que el gas de hidrógeno volátil atraviesa toda la materia, por lo que los electrodos pierden rápidamente su exactitud en función de su calidad. De ahí que, los dispositivos más económicos pierden su utilidad después de muy pocas aplicaciones, pero incluso los aparatos más caros sufren de un cierto desgaste. Para la determinación exacta de los valores también es necesario tener en consideración el valor pH y la temperatura del agua. No obstante, el potencial redox y el hidrógeno relativo que indica la cantidad de iones H en el agua, en principio, pueden medirse y para ello existen reactivos muy económicos y bastante precisos.

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En el caso más simple, también es posible realizar pruebas comparativas con gotas de yodo o gotas con el fin de determinar la carga tóxica, ya que los electrodos de hidrógeno neutralizan la toxicidad. Sin embargo, este método es superficial y inexacto.

El término ‘redox’ viene de ‘reducción’ y ‘oxidación’, dos procesos químicos que se dan al mismo tiempo, debido a que uno causa el otro. Si, por ejemplo, el hierro entra en contacto con el aire, dos electrones pasan del metal al oxígeno. La captación por parte del oxígeno se denomina reducción y la cesión por parte del hierro se denomina oxidación. Ambas reacciones, es decir, el proceso completo se denomina reacción redox. Esto produce óxido de hierro o, en lenguaje coloquial, óxido. El hierro se oxida.

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El valor rH se representa a escala logarítmica: una escala que se representa en potencias de diez. La escala comienza en 0, lo que significa un valor extremadamente alto de electrones o iones H. A medida que aumenta el valor rH aumenta también la escasez de electrones, es decir, el agua está cada vez más oxidada. Esto significa que en la escala del rH, cuanto más bajo es el valor rH especificado, más positivo es el valor.

Marion Kuprat